Y, siempre que ha sucedido históricamente alguna crisis parecida en el ámbito social o político, una de las oportunidades que ofrece dicha situación es la de reflexionar a fondo para, luego, actuar adecuadamente.
Por Genara Castillo. 22 junio, 2022. Publicado en Gestión, el 20 de junio de 2022.Qué duda cabe de que estamos viviendo un momento crítico en nuestro querido Perú. Y, siempre que ha sucedido históricamente alguna crisis parecida en el ámbito social o político, una de las oportunidades que ofrece dicha situación es la de reflexionar a fondo para, luego, actuar adecuadamente.
Así, en diversas partes del mundo, cuando se ha presentado una crisis social o política se suelen formular tres preguntas básicas: ¿qué nos ha pasado?, ¿por qué nos ha sucedido esto o cómo hemos llegado aquí?, y finalmente, ¿qué vamos a hacer para que no nos vuelva a pasar?
Evidentemente, tenemos un país muy complejo y, por tanto, no se puede dar un diagnóstico en pocas líneas. Lo que sí podemos indicar es que requerimos contar con un liderazgo ético, a todo nivel, en la familia, en la escuela, en las empresas, en las instituciones públicas, en las asociaciones vecinales, deportivas, etc.; ya que tenemos el gran reto de promover (de manera muy intensa) unas convicciones y unas buenas prácticas éticas, tanto más exigentes cuanto mayor sea el decaimiento ético que observamos.
Indudablemente, un liderazgo ético conlleva una formación profunda y muy seria; pero, a veces cuando la crisis es amenazante, la urgencia hace que se empiece como se pueda. Y, en ese sentido, un principio que hay que hacer cada vez más vigente es que quien lidera una familia, un equipo –aunque sean de pocas personas–, un salón de clase, un grupo de trabajo, etc., debe ser quien promueva con mucho empuje las buenas prácticas éticas, esmerándose todavía más.
Esas buenas prácticas siempre pueden mejorarse, los hábitos buenos nunca tienen techo, siempre se puede ser más sincero, más ordenado, más puntual, más laborioso, más fuerte, más moderado, más prudente, más previsor, más solidario y un siguiente más, más.
En esta línea, un auténtico líder, cuando realmente lo es, se exige mucho en el buen uso del poder, que tiene que poner al servicio del bien común y no usarlo en el propio beneficio, que es la raíz de toda corrupción. Por eso, me acordaba del título de aquel libro de Simon Sinek “Los líderes comen al final”, ya que lo que justifica el poder es el servicio. De lo contrario, ese mal uso del poder debilita tanto a quien lo ejerce como a quienes les está encomendado.
¡Qué difícil es usar bien el poder! En lo personal, requiere de una base de virtudes morales y de una vigilancia continua, ya que la inteligencia es la llamada a iluminar y a deliberar muy bien, y requiere especialmente de una voluntad muy vigorosa, capaz de querer no solo el bien propio sino también el de los demás, con heroica ejemplaridad.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.